Varios famosos lograron instalarse en la ciudad uruguaya. Un verano sin glamour y en crisis.
Si a lo largo del año ya se anticipaba que la temporada en Uruguay iba a estar marcada por los protocolos y las reuniones sociales pequeñas, la última decisión del presidente Luis Lacalle Pou de cerrar las fronteras terminó de confirmar que este verano Punta del Este no será lo que era. Sin desfiles glamorosos ni fiestas estridentes, la ciudad elegida para veranear por los ricos y famosos argentinos se enfrenta a un momento crítico. Los sectores que viven del turismo bajan precios y planean estrategias para, al menos, salvar los costos mientras que las pocas celebrities que están instaladas allí disfrutan de una tranquilidad inesperada: pueden caminar tranquilos por calles vacías o sentarse a tomar un café sabiendo que, por primera vez, ni siquiera hay paparazis al acecho.
El aumento de casos de coronavirus empujó al gobierno a tomar una decisión drástica: entre el 21 y el 10 de enero fueron prohibidos los ingresos al país por cualquier vía. Solo quedaron exceptuados aquellos uruguayos o residentes que, al día de la fecha de los anuncios, el 16 de diciembre, ya habían comprado pasajes. Para una ciudad que depende cada verano del turismo, la medida significó un golpe duro.
Los pocos argentinos que están son aquellos que habían llegado antes del anuncio. Muchos de ellos, los que tienen propiedades en la ciudad, ya estaban instalados desde hace un tiempo, como Nicolás Repetto y Florencia Raggi; Ricardo Darín; Francisco “Paquito” Mayorga; Carola del Bianco; Eduardo Costantini y su mujer, Elina Fernández; Cecilia Zuberbuhler; Gustavo Yankelevich y Rosella Della Giovampaola; Valeria Mazza y Alejandro Gravier; Wally Diamante; o la familia Bulgheroni. Otros, como Jorge Lanata y su novia, la abogada Elba Marcovecchio, llegaron justo antes del cierre de fronteras y planean quedarse hasta febrero.
Susana Giménez fue una de las que se vio afectada de forma directa con la última restricción: la conductora pasó buena parte del 2020 en su chacra “La Mary”, pero viajó a Miami el 15 de diciembre para celebrar Navidad y ahora no podrá regresar hasta que se reabran las fronteras.
Para pocos. “Hay limitaciones, pero se puede salir hasta las 12 de la noche. Igual, está todo muy tranquilo. La gente se está cuidando mucho y prefiere hacer reuniones en sus casas con pocas personas”, cuenta un argentino que está instalado allí hace tres meses. En la zona insisten con que hay conciencia sobre los cuidados a pesar de algunos episodios aislados que alimentan la “mala fama” de los argentinos en el Este: “Todos nos estamos cuidando, pero hace pocas semanas hubo un caso de tres empresarios que llegaron y no cumplieron la cuarentena. Se sentaron en La Huella, un restó al que vas para que te vean, y los tuvieron que echar. Un papelón”, cuenta la misma persona.
Hasta el 16 de diciembre, aquellos que llegaban tenían que pisar suelo uruguayo con un hisopado negativo de menos de 72 horas y hacer una cuarentena de 7 días o de 14. “Te hacían llenar un formulario en Migraciones, que es como una declaración jurada, y cada uno decidía cuántos días de aislamiento quería hacer. Si ibas por una cuarentena de una sola semana, tenías que presentar un nuevo hisopado negativo que te lo tenías que pagar de tu bolsillo”, cuenta una mujer que se instaló con su familia desde hace meses. Su objetivo cuando salió de Argentina era poder pasar la pandemia “en un lugar tranquilo en el que podés salir sin amontonamientos”. En su caso, prefirió el aislamiento corto y pagó 130 dólares por el test.
Los que están allá insisten en que este verano el perfil socio económico de los argentinos es más alto que lo habitual. El precio del dólar y la incertidumbre respecto de la pandemia frenó a aquellos de clase media o media alta que solían veranear en Punta del Este. Ahora, los que están, son los dueños de propiedades y los que tienen un poder adquisitivo suficientemente alto. “Te pongo un ejemplo: llegué a Punta del Este en auto y hay varios peajes. Uno lo pagué 140 uruguayos, que equivale a 2 mil pesos argentinos”, cuenta la misma mujer.
Negocios. Luis Borsari fue director de la Cámara Inmobiliaria y también director de Turismo de Maldonado. Desde hace décadas está involucrado en el sector y, en la actualidad, trabaja en el universo del real estate, un negocio en el que los argentinos siempre quisieron invertir en Uruguay. “Aunque parezca mentira, este 2020 estuvo relativamente bueno. Hubo movimientos hasta hace un mes, cuando comenzaron a crecer los casos”, aseguró. “La compra y venta de inmuebles estuvo activa en el año porque muchos querían sacar los permisos legales para la residencia o permisos fiscales. Los argentinos estuvieron comprando y hay varios proyectos”, cuenta un reconocido relacionista.
Entre los proyectos, se destaca la inauguración de un restó de Francis Mallman en una playa de San Ignacio cuya característica será estar inspirado en la decoración francesa de los años ‘30. Juan Peralta Ramos también apostó por la gastronomía y abrió el suyo, “Casa Azul”, en Manantiales. Carolina Barbosa, por su parte, apostó por un showroom en el que se venden marcas argentinas y uruguayas. “Es el lugar canchero de esta temporada, donde están todos yendo a comprar los regalos”, cuentan allegados.
Crisis. Estos proyectos no representan de ninguna manera a la situación que atraviesa todo el sector que depende del turismo. La hotelería, sin dudas, fue la más golpeada por las medidas restrictivas para contener la pandemia mientras que el sector gastronómico intenta sobrevivir con el escaso turismo interno. Si bien en octubre habían llegado a Punta algunos turistas uruguayos, la tendencia fue cayendo a medida que crecían los casos de coronavirus. Además, en enero, el fuerte siempre fueron los argentinos.
Analía Suárez está al frente de Centro de Hoteles de Punta del Este, una organización que nuclea a cerca de 90 establecimientos. “No hay reservas. Estamos con las tarifas de septiembre y aún así solo está el 20% ocupado. Los hoteles que tienen una ocupación del 30% es porque bajaron todavía mucho más los precios”, describe la mujer. Para graficar la crisis, solo basta ver los números: la tarifa habitual en un 5 estrellas en temporada alta (las fiestas) siempre estuvo entre 800 y 1000 dólares la noche; hoy se cobra 300. Un 4 estrellas solía costar 500 dólares y ahora las habitaciones rondan los 150.
El caso de los gastronómicos es algo diferente. Uruguay, a diferencia de la Argentina, en mayo comenzó a habilitar la actividad económica y el país no tuvo una cuarentena tan estricta. “Eso nos dio una gimnasia con los protocolos, por ejemplo. Llegamos al verano con todo eso aceitado”, asegura Gastón Figun, presidente de la Corporación Gastronómica de Punta del Este. Aunque reconoce que hubo inversiones, como la apertura de dos paradores en Playa Mansa, el cierre de fronteras cambió la expectativa que tenían para enero: “Todavía no sabemos a qué veranos nos enfrentamos. Diciembre viene mal. Si podés facturar un 25% más que el año pasado, te podés dar por satisfecho”, afirmó. La estrategia del sector fue mantener los precios accesibles -dentro de los márgenes de Punta del Este-: en el puerto, por ejemplo, se puede conseguir un menú turístico, que incluye plato, copa de vino y postre, por 15 dólares. En los sitios más sofisticados, el valor ronda los 35 dólares.
Con un mes difícil por delante para los que trabajan, los argentinos que están instalados en Punta del Este podrán disfrutar del mar sin aglomeraciones o prensa. La avenida Gorlero está vacía y hasta hay posibilidades de sentarse a tomar un café en el clásico King Sao sin cruzar un alma.