Intervino una limusina de Charly García y ahora fue por más. La escultura del chileno Mario Irarrazábal fue pintada hoy por el muralista argentino Alfredo Segatori. La Mano lucirá así solamente por un par de días y volverá luego a su color habitual.
Violeta sobre naranja. Verde sobre amarillo. Con una especie de hidrolavadora que dispara chorros de pintura, Alfredo Segatori le da vida a una casa de José Ignacio. Hace unas horas era blanca. Ahora es un “exabrupto de color”. Así explica este muralista argentino sus intervenciones que ya se pueden ver en varios rincones de Buenos Aires. Llegó a Punta del Este en su art-truck, la Bondi Gallery, junto a su mujer y su hijo, y hoy plasmó su arte en la ciudad balnearia. Dejó su huella en la emblemática escultura “La Mano”.
Alfredo asegura que el “exabrupto” tiene su antecedente en el expresionismo abstracto de la década del ´50. “El muralista mexicano David Alfaro Siqueiros hacía que sus alumnos tiraran pintura al piso para aflojar la mano. Un poco de lo mío viene de ahí”, resalta.
La esencia de la técnica es la improvisación. Para pintar suele usar máquinas parecidas a las de la película "Los Cazafantasmas" aunque también lo hace con las manos, con pinceles, rodillos y hasta de a baldazos. “Tiene algo lúdico y energético. Yo venía haciendo obras figurativas con este estilo de fondo. Ahora le estoy dando preponderancia a ese fondo y me encuentro con que la gente lo valora muchísimo”, sostiene Segatori. Entre “la gente” está Charly García para el que, sin buscarlo, terminó interviniendo una limusina.
“Necesitaba hacerle chapa y pintura a mi camioneta así que arreglé con mi chapista, que es el papá de Mecha Iñigo, la novia de Charly, para hacer a cambio un action painting en el frente de su negocio. Mientras trabajaba en eso, me encontré con que tenía una limo abandonada. La sacamos del taller y la pinté en composé. Charly la vio y le gustó”, cuenta Alfredo. “Dijo que la limo era re Say No More”, suma Theo, que terminó tocando el teclado dentro de ese auto, acompañando al ídolo del rock nacional en “Yendo de la cama al living”. “Charly cantaba y Theo tocaba”, insiste el muralista que todavía no puede creerlo.
Los trabajos de Alfredo siempre dieron que hablar. Una de sus obras más destacadas por la prensa es “El regreso de Quinquela”, un mural ubicado en Barracas que fue récord por su extensión y por el detalle de que, a pesar de su tamaño, fue pintado por una sola persona. “Me llevó meses, son 2.100 metros cuadrados. En Internet hay notas hasta de medios chinos”, comparte. El arte reciclado o trash art también marcó su camino: él estuvo atrás de frentes como el del bar El Desarmadero, ubicado en Palermo, donde fijó a la pared calefones viejos, bolsones de cartoneros y pedazos de autos.
Es 100% autodidacta. “No me formé en Arte. Soy profesor de Educación Física y trabajé como visitador médico hasta que me agarraron ganas de pintar", relata. Y agrega: "La explicación está en otro lado: vengo de una familia de artistas. Mi madre es pintora, mi abuelo era baterista de jazz. Y mi bisabuelo estudió por mí. Hizo dos veces la carrera de Bellas Artes porque decía que se iba desactualizando”.
Casi entrando en su quinta década de vida -cumple años en febrero y lo celebra en Punta- se propuso focalizar en esta técnica que, además, viene con un mensaje para las fiestas. “La idea con la performance de La Mano es mostrar que se puede tener una explosión de color sin ruido. Es mi forma de apoyar la campaña por pirotecnia cero, teniendo en cuenta que muchas personas, y también los animales, se ven afectados por los fuegos”, resalta Alfredo y aclara que la icónica escultura del artista chileno Mario Irarrázabal permanecerá intervenida por unos días durante enero, para ser visitada por los turistas, pero que luego se restaurará y volverá a lucir como siempre.
Terminada la temporada, Alfredo regresará a Buenos Aires en busca de nuevos lugares para “exabruptear”. “Me gustaría trabajar en el cementerio de la Chacarita aunque mi sueño es darle color al Obelisco”, cierra el muralista.