Rafael Viñoly asegura que su controvertido proyecto se transformará en una nueva referencia arquitectónica para Punta del Este. El complejo de 184 mil metros cuadrados ya está en construcción.
El Cipriani Ocean Resort, Club Residence & Casino ya está en la fase inicial de su construcción y arrancó la preventa de 20 unidades exclusivas de una de las torres horizontales, que cotizan a 6.000 dólares el metro cuadrado. Para llegar a esta etapa, el mega emprendimiento de usos mixtos ubicado en la parada 11 de la Playa Brava superó fuertes críticas y disidencias diversas. Por un lado, porque el proyecto implica la demolición (y reconstrucción) del icónico Hotel San Rafael. Inaugurado a fines de 1948, el hotel vivió su etapa de esplendor en los 60 y 70 para luego decaer hasta el abandono. El otro punto de conflicto es la alta densidad que convierte al proyecto en un elefante blanco en medio de un área de residencias unifamiliares. Actualmente, las construcciones de gran altura son pocas y llegan hasta la Parada 10.
En 2018, Rafael Viñoly presentó un primer proyecto para el complejo de lujo. Se trataba de una torre de gran altura, 66 pisos, secundada por otras dos menores. Los tres edificios de ladrillo visto y remate con cubierta inclinada eran una reinterpretación del estilo Tudor del viejo hotel. Por entonces, el municipio desestimó la propuesta por exceder la altura permitida. Inmediatamente después, el arquitecto uruguayo redobló su apuesta con un segundo proyecto que finalmente fue aprobado aunque no logró acallar el debate.
Los primeros días de enero, Viñoly conversó telefónicamente con ARQ desde Uruguay y afirmó: “Habrá muchos edificios así en Punta del Este”. El creador del Forum de Tokio arranca señalando que para entender el proyecto hay que mirar en perspectiva lo que ha pasado en el balneario más importante del Uruguay: “Punta del Este ha tenido una etapa de desarrollo descontrolado e intentos de neutralizar ese desarrollo por parte de las fuerzas vivas que quieren lo mejor para el lugar”.
La inversión millonaria del empresario Giuseppe Cipriani puso al uruguayo en el brete de hallar una solución que saque el mayor provecho de un aspecto básico como el valor de la tierra. Viñoly considera que la densidad prevista para el sitio ahora es poco justificable, al menos que se lo vea en perspectiva. Imagina que Punta del Este, beneficiada por la belleza natural de su paisaje y el marco de institucionalidad que Uruguay alza como bandera, es muy probable que atraiga población estable como sucedió en la Costa Brava o Miami.
La densidad física prevista por el plan regulador para el sitio es producto de decisiones políticas desacertadas, a su modo de ver. Pero, a la vez, destaca las reglas claras que su país ofrece a los inversores. En ese sentido, Viñoly critica que la restricción de la normativa esté centrada únicamente en la altura máxima edificable. Con lo cual, para responder a la capacidad edificable de un terreno, resultan edificios rechonchos: “No tienen sentido de esbeltez. Las torres se inventaron para que haya espacio entre ellas, aquí tienen proporciones ridículas. Es una lucha interminable entre la especulación privada y lo que genera el gobierno permitiendo alta densidad y restringiendo solo la altura”, afirma.
En el primer proyecto, Viñoly quiso demostrar que, para construir los m2 que le estaban permitidos respetando su criterio arquitectónico, la altura resultante de los edificios era inviable para la normativa. “Si hubiéramos aplicado el código de otra forma nadie hubiera dicho nada, pero era un error garrafal. La crítica a ese primer proyecto es la crítica a una reglamentación que se ha convertido en regla”, sostiene.
La segunda condición del proyecto que generó controversia entre los locales fue la demolición del hotel existente llevada a cabo los primeros meses de 2019. Explica que la decisión fue inevitable porque las condiciones de conservación del edificio eran tan malas que se hacía imposible recuperarlo. “El San Rafael va a ser reconstruido sin la obsesión de realizar una reproducción exacta. Se va a construir igual para mejor”, asegura el arquitecto. Y adelanta que van a respetar el criterio de proporciones y el estilo, para lo cual se contrató un asesor especializado en estilo Tudor. “Es una función social resolver la reconstrucción del hotel, para qué oponerse si a la gente le gusta”.
El estudio trabajó en otro proyecto, en Londres, en el que enfrentó una situación parecida. El plan maestro para la Estación Eléctrica Battersea interviene un edificio que “no tiene un valor arquitectónico sino psicológico”, en el cual las chimeneas que emitían el humo negro producto de la quema de carbón son una referencia para los londinenses. “En San Rafael sucede algo similar, arquitectónicamente es pobre, un falso Tudor, pero su masa con techos inclinados está incorporada al local. Pensamos que hay que respetarlo, al igual que Battersea, el edificio de ladrillo más grande de Europa”.
El uruguayo parece inmune a la controversia que generan sus ideas disruptivas: “La gente protesta, está fenómeno que lo haga. A mi me parece que esta discusión siempre es interesantísima, es positiva. Podés entender si tienen razón o no”.
Viñoly sigue fiel a sus convicciones porque asume que el tiempo le dará la razón. En efecto, fue criticado por el puente de calzada circular sobre la laguna Garzón que le encargó Eduardo Costantini para unir los partidos de Rocha y Maldonado sobre la ruta 10. Recuerda también la controversia con Acqua, un edificio con terrazas que se aleja del mar en su sentido longitudinal, muy cerca de allí, en la parada 19.
Finalmente, el complejo integrará un lujoso hotel que replica el estilo Tudor del tradicional San Rafael más dos edificios residenciales que, en vez de desarrollarse en gran altura, lo hacen en extensión horizontal.
Este proyecto, según Viñoly, es superador de la primera propuesta: “En la ‘torre horizontal’ todos los departamentos empiezan por sobre el piso 20, con lo cual todas las unidades tienen vistas espectaculares”, compara con una torre tradicional, donde los primeros pisos no gozan de ese privilegio. Por otra parte, la extensión permite diferenciar accesos, con ascensores de uso semi exclusivo.
El emprendimiento tendrá múltiples actividades que justificarán su funcionamiento todo el año. Habrá un casino de 5.000 m2, un restaurant Cipriani, un ballroom para 900 personas, 3.000 m2 de spa, un teatro con capacidad para 1.000 personas, galería comercial de 2.200 m2 y un club de playa conectado con el complejo.
Esta negativa a conformarse con las torres bajas y de malas proporciones que le imponía la solución típica para responder a la norma llevó al arquitecto a proponer una tipología innovativa que tiene sus antecedentes. Uno de ellos es el conjunto The Interlace, en Singapur, proyectado por OMA en 2009. Los 170 mil m2 de residencias están resueltos con la superposición de 31 bloques de solo 6 niveles cada uno, que se apilan alrededor de varios patios.
Contemporáneo al proyecto para Cipriani, Herzog & De Meuron presentó Badaevskiy Brewery, en Moscú (no construido). Se trata de un rascacielos horizontal de 100 mil m2 que se eleva sobre un grupo de edificios industriales con protección patrimonial buscando las vistas hacia el río.
“Con Cipriani va a suceder igual que con el Walkie Talkie, van a haber muchos edificios así en el futuro”, compara Viñoly. El edificio de 34 plantas ubicado en Fenchurch Street, en el distrito financiero de Londres, tiene una forma peculiar: se ensancha a medida que aumenta la altura. En efecto, fue fuente de inspiración para otros. “Tengo la seguridad que desde el punto de vista ético y profesional, que es desde donde uno puede contribuir, el proyecto de Cipriani es fenomenal. Igual que Walkie Talkie, Battersea y el puente Laguna Garzón”, asegura.
Antecedentes del proyecto final
En julio de 2018, ARQ publicó una nota presentando las dos propuestas para el Cipriani Ocean Resort, Club Residence & Casino. Por entonces, el municipio había rechazado el primer proyecto por su altura excesiva y Viñoly acababa de presentar una nueva versión, mucho más audaz desde lo proyectual.
En los comentarios de la publicación, muchos colegas manifestaron críticas, aunque sin fundamentarlas más allá del “no me gusta”. Entre los pocos que ampliaron el porqué de su descontento, se destaca la arquitecta Rosario Betti: “¿Evaluó las sombras que iba a producir y cómo iban a afectar al entorno?”, se inquietó.
Puesto a elegir entre ambos, Marcos Ceballos se inclinó por el segundo y amplió: “El volumen tipo horizontal más alto es descomunal para la zona. Es muy grande! El ‘huevo de la gallina de oro’ está en el otro edificio más bajo perpendicular a la costa. El equilibrio está en reforzar ahí los metros cubiertos que el edificio más alto anularía. Es de destacar y son vistosos los pilares blancos que contienen las circulaciones verticales y que sostienen la suerte de ‘bandeja blanca habitacional’. La más alta es “monstruosa”, la más baja es notable e interesante. Por favor no convirtamos a Punta del Este en una Mini Dubai”.
Antonio Ledesma expresó: “Me gustaría saber qué haríamos cada uno de nosotros en la misma circunstancia. Si te piden algo y nada detiene ni pone límites, se dan estos resultados. Y no tenés mucho margen para esquivar el resultado. Ahora, mi opinión es que las torres son feas, y el horizontal, ya verán cuál es su referente previo, no son los soviéticos”. Por su parte, Juan Jose Vicario fue contundente: “Todo aquello que salga de lo que que frecuentamos a diario normalmente nos molesta. Solo aquellos que han logrado subir varios escalones más se animan a esto. Solo el tiempo pondrá a este proyecto en su verdadero lugar. Normalmente, yo soy de los que aplaude a los que se animan a más y Viñoly lleva un rato haciendo eso”.
Ficha técnica
• Ubicación. Parada 10 Playa Brava, Punta del Este, Uruguay
• Proyecto. Rafael Viñoly Architects
• Estudio asociado. Carla Bechelli Arquitectos
• Programa. Hotel, teatro, eventos, centro convenciones, spa, casino, boutiques, restaurantes y residencias
• Sup. terreno. 25.195 m2
• Sup. a construir. 183.000 m2.