Punta del Este y José Ignacio: un imán de emprendimientos argentinos

16 de julio de 2021

En el último tiempo son muchas las personas que eligen la costa uruguay a la hora de emigrar y también para hacer realidad sus proyecto. Tres historias de quienes decidieron empezar de nuevo.

Por su cercanía, tanto física como cultural, Uruguay es uno de los destinos más elegidos por los argentinos que deciden emigrar. En varios casos, es el propio trabajo el que los lleva al país vecino.

En muchos casos, es corporativo, pero, en otros, buscar crecer profesionalmente en lo que los apasiona en un lugar tranquilo, junto al mar como Punta del Este o José Ignacio. Así, María Antonieta Santonja, Paula Segura y Guadalupe Cuenca contaron por qué cambiaron la vorágine bonaerense por la calma del departamento de Maldonado y cómo surgieron los emprendimientos que lideran.

Recordar el pasado

María Antonieta Santonja venía de la industria tecnológica. Sin embargo, llegó a un punto en su carrera en la que supo que quería dedicarse a otra cosa. Había trabajado 11años en HP y luego habría creado su propia empresa en el mismo rubro. Ahora, quería cambiar. Quería hacer algo que estuviera relacionado con la naturaleza. ¿Dónde? La respuesta fue fácil: en Punta del Este, lugar que conocía desde que nació. Sus abuelos habían construído en 1946 una casa en la parada 5 de la playa Mansa a la que llamaron Entre Pinos, nombre que ella retomó más de 70 años después para bautizar a su emprendimiento en el balneario.

Así nació Ente Pinos Eco Box Apart, un complejo de apartamentos ecosustentables construidos en contenedores marítimos en el que lleva invertidos más de u$s 1,8 millón según dijo en entrevista a InfoNegocios. "Yo no me banqué ver cómo tiraban la casa de mis abuelos abajo y empecé a investigar con qué podía construir para poder llevarme mi casa por si el día de mañana venían a decirme ‘te tenés que mudar'. Ahí surgió que lo mejor era un contenedor", contó a ese medio.

Le costó conseguir las habilitaciones y permisos de construcción,pero su experiencia en el mundo corporativo le enseñó que ante un "no", hay que seguir insistiendo.

El emprendimiento está dirigido al público extranjero y exigente, aunque con la pandemia Santonja tuvo que reacomodar el modelo, adaptarse al turismo interno y asegurarse de tener las certificaciones internacionales necesarias para poder mantener el complejo abierto.

Con huerta propia

Paula Segura Mallmann es chef y consultora gastronómica y hace ocho años que vive en José Ignacio junto con su esposo, el sommelier Emiliano Cordeiro. En la zona de La Portuguesa tienen una granja orgánica desde 2015 y, en 2018, abrieron el restaurante Cruz del Sur Farm, donde sirven platos con los ingredientes que ellos mismos producen.

Nos tiramos a la pileta, porque no es fácil tener un emprendimiento en un lugar que tiene una temporada tan corta, pero nos fue bien", dijo la chef, quien aseguró que desde la pandemia hay mucha más gente viviendo en la zona de forma permanente.

"Este último verano no fue tan malo, hubo gente de forma más sostenida en el tiempo y movimiento los fines de semana. Cerramos la semana pasada recién. Nunca habíamos abierto tanto tiempo", cuentó Segura.

Segura cree que, independientemente de que termine o no la pandemia, hay un público en la zona que funciona bien y de cara para el próximo año, tiene expectativas de que habrá más gente, por eso ya alquiló dos locales para que funcione Cruz del Sur Farm el año que viene.

Proyecto propio

Guadalupe Cuenca lllegó a La Juanita en José Ignacio cuando a su marido le surgió una oportunidad laboral, hace siete años.

Ya desde el primer año empezó a vender cosas dulces por su cuenta, aunque cuando comenzó a trabajar en el hotel VIK de José Ignacio como encargada de Operaciones tuvo que dejar su faceta culinaria. Hace dos años, en paralelo a su trabajo fijo, retomó la pastelería y empezó a idear su proyecto Calma.

Construyó una cocina independiente delante de su casa y comenzó a vender por encargo. "Mi idea era hacer cosas dulces bien caseras y que la gente al llegar entrara a la cocina". 

Con la pandemia, Cuenca se quedó sin trabajo y decidió dedicarse más a la pastelería. Y, desde hace tres meses, además de vender por pedidos, comenzó a abrir su cocina al público los fines de semana, en formato take away. "Es una pastelería pequeña, pero cada vez se está haciendo más conocida por el boca en boca".

Los alfajores de almendra son el producto preferido de su clientela, que está compuesta por los veraneantes y la gente que vive allí todo el año, de poder adquisitivo alto. Para Cuenca, La Juanita se está transformando en un pueblo gastronómico y en una zona en crecimiento.

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