Con más de cincuenta kilómetros de playa, las opciones se ajustan a todos los gustos, aunque el mercado inmobiliario marca una tendencia en la zona de la Península.
Desde Punta Ballena hasta José Ignacio, Punta del Este es dueña de un patrimonio de más de cincuenta kilómetros de playa con el corazón en la Península, que separa el Río de la Plata del Océano Atlántico. Dinámica desde su fundación -en 1907-, la ciudad balnearia acostumbra a ser anfitriona de visitas que llegan de todas partes del mundo, especialmente de argentinos, que en los últimos dos años encabezaron una significativa ola migratoria.
Según datos del intendente de Maldonado, Enrique Antía, unos 15 mil argentinos se instalaron en el área esteña en los últimos 24 meses. La cifra, explicó el funcionario, parte de las radicaciones en la zona. No obstante, el negocio inmobiliario en el Este advierte que ese número podría ser al menos el doble y que eso se confirmaría con el censo del año próximo.
“Hay dos tipos de clientes: el que venía con un proyecto más consolidado, que fue directo a comprar porque ya lo tenía estudiado y después está el que venía a replicar lo que hacía en sus vacaciones y un poco se frustró”, evaluó Alejandra Covello, directora la firma inmobiliaria Covello International, en diálogo con LA NACION.
Covello señaló que la amplia mayoría, cerca de un 70% de los que llegaron a instalarse en Punta del Este, eligieron la zona de la Península por las comodidades y el estilo de construcciones. En la misma línea, el presidente la Cámara Inmobiliaria de Punta del Este, Javier Sena, consideró que gran parte de los argentinos eligen los departamentos y casas de la Playa Mansa para vivir en el Este.
La experiencia de Gastón Kantor (46) y su mujer, Belén, es testimonio del desafío y la expectativa de llegar a Punta del Este. Después de veranear cuarenta años en la ciudad balnearia, a comienzos de 2020 el matrimonio dejó Córdoba con un embarazo de siete meses decididos a empezar una nueva vida. “Nos instalamos en una casa de La Barra porque era lo que me había conseguido por un amigo”, contó.
Desde la zona de la playa Montoya, el matrimonio hizo base en el Este. “Vivir al lado del mar en una casa que no estaba preparada para el invierno fue todo un desafío, y el motivo por el que decidimos finalmente vivir en la Península”, repasó.
Después de una búsqueda con varias inmobiliarias, la familia Kantor –que tiene una cadena de Pet Shops tanto en Argentina como ahora en Uruguay- resolvió instalarse sobre la playa Brava, aunque esta vez en un departamento con aislación, servicios y amenities de lujo. “Buscábamos tranquilidad y estilo de vida para criar a la nueva integrante de la familia”, dijo, y siguió: “Al principio cuesta un poco hasta que te empezás a relacionar y te encontrás con gente en la misma situación”.
La elección, ¿sin vueltas?
Georgina Garber llegó sola a Punta del Este desde Tucumán. Poco después de haberse recibido de arquitecta en la Universidad de Tucumán, la joven de 24 años consiguió un trabajo en la Torre Trump para trabajar como arquitecta asistenta del proyecto residencial.
“Punta del Este siempre fue mi segundo hogar, el lugar donde veraneo desde que tengo ocho meses”, contó a LA NACION. “Me llegó la oportunidad de trabajar en la Trump Tower, que es lo que siempre había buscado”, siguió.
La joven se instaló en 2021 en la torre que oficialmente abrió meses atrás después de que un consorcio de vecinos avanzara con su terminación. “Lo que cambió mi vida en un año es increíble, tal como la transformación de la ciudad”, aseguró, y siguió: “Al principio, el año pasado, cuando llegué me llamó la atención la cantidad de gente durante el año y eso solo incrementó”.
En la zona de La Barra, Manantiales y hasta José Ignacio se vive a otra velocidad. Es un área de casas donde fuera del verano reina la tranquilidad. Allí, destaca Covello, es donde se posiciona un 30% del público que sobre todo alquila, porque el mercado no tiene muchas construcciones adecuadas para su uso todo el año.
Es una suerte de dicotomía: se buscan casas alejadas del centro y en mayor conexión con la naturaleza, pero con las comodidades propias de los departamentos de la Península. Ya no se busca solo un lugar lindo con cercanía a la playa, sino algo ajuste lo suficiente para todo el año. Así es como las nuevas construcciones modifican hasta su estructura de guardado y se piensa hasta en placards que puedan albergar abrigos de invierno.
“Es un público muy interesante porque no se le dio con el producto que necesitan, porque son familias que están buscando casas o departamentos con losa radiantes, placares, dormitorios, y acceso para los chicos, pero no necesariamente en el área de la Península”, evaluó Covello.
Y continuó: “Hay familias que son clientes con un súper potencial, porque van a comprar y se va a quedar, pero todavía está alquilando. Se trata de un público que no definió y que idealmente quiere hacerse una casa adecuada, una demanda que rápidamente leyó el mercado”.
En esta línea, el boom de barrios privados parece ser una de las vetas en explotación en el mercado inmobiliario. Según explicó el intendente Antía a LA NACION, se aprobaron al menos una docena de proyectos del estilo. “Están a full esos proyectos, que son grandes extensiones de tierras con poco FOT (Factor de Ocupación Total, que fija la cantidad máxima de metros cuadrados que pueden construirse en un terreno, incluyendo su elevación vertical) y posibilidades de desarrollo, con saneamiento y servicios que vienen con el título de seguridad primero”, informó la directora de Covello International, y evaluó: “Esos lugares van a tener mucho futuro porque se van a terminar de convalidar, como fue en su momento [el barrio privado] Laguna Blanca”.