La Fundación Pablo Atchugarry inauguró el MACA, un museo que pretende ser un puente para el arte local e internacional.
Todo alrededor es blanco. Las superficies, el mármol en todas sus formas y tamaños, el polvo que permanece en el aire en un vuelo etéreo antes de caer y cubrirlo todo. La luz del mediodía entra caudalosa en el taller de Pablo Atchugarry y se siente como una experiencia divina. Eso que llamamos arte.
Para encontrarlo hay que pasar entre algunas piezas en construcción, grandes trozos de mármol con cortes y marcas acá y allá que van encontrando su forma en las manos del escultor. Atrás está el artista, sentado en una silla de madera tallando un trozo de mármol con una amoladora. Trabaja en una pieza, en dos, en tres, en varias al mismo tiempo. En el taller y afuera, donde por esos días terminan de dar forma a un nuevo museo que se proyecta como un "puente" entre el arte local y los ojos del mundo. O el arte del mundo y los ojos locales.
El Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry (MACA) se inauguró el 8 de enero. "Es un barco que hizo una gran travesía oceánica y está llegando al puerto, todavía le falta para llegar pero ya lo vemos", dice mientras sale del taller, se sienta en una barra de mármol y frota rápidamente las palmas de sus manos contra un pantalón que alguna vez fue gris, pero que el polvo del mármol dejó blanco.
Cuenta que, si bien la Fundación Pablo Atchugarry lleva casi 15 años de trabajo en torno al arte en los que el predio donde se ubica fue cambiando y agregando edificios con diferentes funcionalidades, tuvo dos conversaciones que fueron clave para que se lanzaran a construir un museo. Los escultores Wifredo Díaz Valdés y Robert Van Zuidam hablaron con él sobre la preocupación de qué podría pasar con su obra el día de mañana. Una preocupación frecuente de los artistas que dedicaron sus vidas a la pasión del arte y quieren que su obra los sobreviva con la dignidad que merecen. Atchugarry tuvo entonces la respuesta justa: "No te preocupes. Yo voy a hacer un museo".
Un museo abierto a todo público, gratuito, donde la experiencia artística pueda ser inclusiva y esté disponible todo el año. Ubicado sobre la ruta 104, recientemente nombrada en honor al exministro de Economía y hermano del artista, Alejandro Atchugarry. "Hay mucha energía puesta en esta zona, donde también de alguna manera yo he dedicado mucha energía, mucho amor. El amor se expande, se recibe y es eterno", dice.
Hace dos años, en enero de 2020, antes de que una emergencia sanitaria detuviera al mundo, Atchugarry puso su firma en la piedra fundamental de una obra que albergaría su colección y se convertiría en parte de su legado. Ahora el sueño es cada vez más real y se eleva a sus espaldas. En el conjunto del parque de esculturas parece una más, parece que siempre estuvo allí, parece que ese era su destino. El edificio, proyectado por el arquitecto uruguayo Carlos Ott, es también una obra de arte.
"Lo que fue realmente un momento único y muy especial fue el encuentro con Ott. Le conté la idea de hacer un museo y enseguida agarró papel y lápiz y se puso a dibujar directamente ahí donde hoy se encuentra el museo", dice Atchugarry, quien se refiere al arquitecto como un escultor: "Él esculpe formas en el espacio, como hace un escultor. En el fondo se ocupan de la obra en el espacio". Cuenta que con el tiempo se fue forjando una amistad, una relación creativa y de diálogo abierto, de esas que solo pueden tener resultados extraordinarios.
El edificio se extiende en 5.000 metros cuadrados, en los que hay cuatro salas de exposiciones, una cafetería con una vista privilegiada del parque, una sala multifuncional con un cine que puede recibir a 75 espectadores y una tienda. El escultor se da vuelta y lo observa. "Están dialogando", dice. "Se están prácticamente tocando y a mi me da la sensación de la Capilla Sixtina, cuando Miguel Ángel hace el fresco extraordinario en el que el dedo de Cristo casi llega al dedo de Adán, pero no se tocan. Están ahí indicando. Acá los dos edificios están dispuestos de tal manera que me da la misma sensación".
Recorrerlo todavía es un ejercicio para la imaginación. Faltan varios días para la apertura y los trabajadores terminan los últimos detalles del espacio que visitarán más de cinco mil personas el día que abra sus puertas. Una construcción de líneas curvas con madera de eucaliptus uruguaya que fue enviada a Francia y volvió transformada en imponentes estructuras curvadas, que desde el exterior acompañan el entorno natural en una reminiscencia a esta "penillanura levemente ondulada" y desde adentro le dan un ritmo particular al espacio. Un museo que nada le puede envidiar a los reconocidos espacios expositivos de la región y tiene al mismo tiempo una identidad muy nuestra.
La primera sala, al ingreso del nuevo museo, albergará la exposición Heliografías del artista plástico argentino León Ferrari compuesta por una serie de 27 grabados heliográficos de imágenes compuestas con figuras de Letraset que creó durante un periodo de experimentación cuando se encontraba exiliado en São Paulo.
En la sala principal se expondrá Christo y Jeanne-Claude en Uruguay, un conjunto de más de 50 obras en diferentes formatos que incluyen fotografías, dibujos, collages y planos, que recorren la obra del matrimonio bajo la curaduría de Lorenza Giovanelli. Todas las piezas provienen de la familia de los reconocidos artistas así como de coleccionistas privados y será la primera vez que la retrospectiva sea expuesta en Sudamérica.
"Frágil", dicen las etiquetas en las grandes cajas de madera que se reúnen en el piso inferior. Adentro esperan su momento las piezas de la colección del MACA y todo empieza a tomar sentido. Las paredes negras, que generan un contraste ante la luminosidad que reina arriba, tienen asignados los lugares de cada obra. La sala fue especialmente diseñada para albergar esta colección que está compuesta por más de 60 obras que el artista fue adquiriendo a lo largo de los años.
El MACA se anticipa como museo de primer nivel, en forma y contenido, que contendrá el arte uruguayo y latinoamericano para ponerlo en diálogo con el mundo. Una obra cargada de sueños, uno de los tantos sueños de un escultor uruguayo que se destacó fuera de fronteras y regresa para dejar un legado en donde gravita su corazón. "Creo que ya se empieza a sentir como algo patrimonio nacional. Eso es muy lindo. De alguna manera es patrimonio de la humanidad pero está en Uruguay", sostiene el artista.